Costumbres de los romanos
En toda familia romana mandaba el cabeza de familia o paterfamilias. La mujer o matrona, aunque no desempeñaba cargos públicos, regía el hogar y era tenida en consideración junto a su esposo. Los niños, hasta la pubertad, se educaban juntos. Luego las niñas se dedicaban al hogar y se casaban muy pronto —a los 14 años ya se las consideraba adultas—, mientras que los niños se consagraban al estudio y a las armas.
La casa romana, de uno o dos pisos, era muy sobria hacia el exterior y se articulaba alrededor de uno o dos patios interiores en uno de los cuales había un pequeño estanque. A este patio daban las habitaciones y el salón comedor.
La casa romana, de uno o dos pisos, era muy sobria hacia el exterior y se articulaba alrededor de uno o dos patios interiores en uno de los cuales había un pequeño estanque. A este patio daban las habitaciones y el salón comedor.
Casa romana
Las comidas romanas principales —más propiamente cenas— se hacían al atardecer, tumbados los comensales alrededor de la mesa. Se comía con los dedos y, para los platos con salsa, se usaban como cucharas trozos de pan que luego se arrojaban a los animales.
El pan no tenía levadura, ya que ésta no se usó hasta el siglo IV. Se trataba en realidad de unas tortas de trigo, antecedentes de las actuales pizzas. La comida de los soldados se componía de tortas de ese estilo con queso y panceta. El pan era el alimento más común. Sólo los nabos rivalizaban con él en popularidad.
El pan no tenía levadura, ya que ésta no se usó hasta el siglo IV. Se trataba en realidad de unas tortas de trigo, antecedentes de las actuales pizzas. La comida de los soldados se componía de tortas de ese estilo con queso y panceta. El pan era el alimento más común. Sólo los nabos rivalizaban con él en popularidad.
El vino se tomaba siempre aguado, generalmente caliente, mezclado con miel e incluso con resina.
El plato más codiciado era el pescado. Los romanos que podían permitírselo eran grandes comilones, y la costumbre de vomitar para volver a comer estaba muy extendida.
El plato más codiciado era el pescado. Los romanos que podían permitírselo eran grandes comilones, y la costumbre de vomitar para volver a comer estaba muy extendida.
Triclinio
En cuanto al vestido, los romanos eran muy monótonos, y cualquier novedad era muy comentada. El vestido consistía en una túnica —hasta las rodillas en los hombres y hasta los pies en las mujeres— y una toga, gruesa en invierno y fina en verano. El único color admitido era el blanco, que se blanqueaba con vapores de azufre. Sólo los magistrados y los sacerdotes podían usar franjas de púrpura. También los muchachos, porque los romanos les atribuían carácter sagrado.
En lo que respecta al calzado, la calidad del material empleado marcaba la categoría de clase.
En lo que respecta al calzado, la calidad del material empleado marcaba la categoría de clase.
Vestimenta romana
Hasta el siglo III a. C. los hombres llevaron barba. Luego, la familia de los Escipiones, que imitaba todo lo griego, impuso la moda del afeitado, costumbre que en Grecia había iniciado Alejandro Magno. El emperador Adriano, que tenía una mancha en la cara, volvió a poner de moda la barba en el siglo II d. C.
Las mujeres coqueteaban con el pelo. Aquí era la esposa del emperador quien marcaba la pauta. Como la moda evolucionaba, existen muchos bustos de mujeres en los que el cabello está hecho de otra pieza, para poder sustituirlo en cualquier momento. Teñirse el pelo era frecuente —sobre todo de pelirrojo—; pero los colores más llamativos, como el rubio y el azul, sólo los usaban las cortesanas.
Las mujeres coqueteaban con el pelo. Aquí era la esposa del emperador quien marcaba la pauta. Como la moda evolucionaba, existen muchos bustos de mujeres en los que el cabello está hecho de otra pieza, para poder sustituirlo en cualquier momento. Teñirse el pelo era frecuente —sobre todo de pelirrojo—; pero los colores más llamativos, como el rubio y el azul, sólo los usaban las cortesanas.
La calvicie se consideraba un deshonor, así que se recurría a pelucas y postizos, a echarse todo el pelo hacia delante, como hacía Julio César, o, cuando esto tampoco era suficiente, a presentarse siempre en público tocado con la corona de laurel.
Los romanos dedicaban gran parte de su tiempo a las termas, baños públicos muy completos, dotados también de espacios para el deporte. Las mujeres acudían por las mañanas y los hombres por las tardes. También se acudía al foro, especie de mercado que progresivamente fue haciéndose más monumental, para charlar y ponerse al día en las últimas novedades.
Los romanos dedicaban gran parte de su tiempo a las termas, baños públicos muy completos, dotados también de espacios para el deporte. Las mujeres acudían por las mañanas y los hombres por las tardes. También se acudía al foro, especie de mercado que progresivamente fue haciéndose más monumental, para charlar y ponerse al día en las últimas novedades.
Termas
Bibilografía: El Imperio Romano – José L. Cortés Salinas
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