Bodas en la antigua Grecia
El matrimonio griego se caracterizaba fundamentalmente por su aspecto religioso. La diosa del matrimonio y protectora de las mujeres casadas era Hera. Sin embargo, no intervenían sacerdotes en la celebración de la boda.
La principal finalidad era tener hijos varones que dieran continuidad al linaje, celebrasen el funeral del padre y continuaran los ritos familiares tras su muerte. Esto se percibía como necesario para la felicidad de los muertos en el otro mundo.
El vínculo matrimonial era, además, una forma de establecer alianzas. No tiene en cuenta el amor; los contrayentes no se eligen mutuamente, sino que son los padres de ambos los encargados de decidir quién es la persona más adecuada para sus hijos.
El novio ofrece al padre de la joven importantes regalos, que reciben el nombre de hedna. Es lo que se conoce como matrimonio por compra. La mujer en realidad no se casa, sino que es tomada por esposa. Los hedna permitían al esposo pasar a la mujer del oikós paterno al suyo propio, y con eso se sellaba la alianza entre ambas familias.
Otra forma de establecer alianzas es a través de los meilia o dones de reparación, en virtud de los cuales la familia del ofensor ofrece una hija como regalo al ofendido.
El ritual de la boda se celebraba generalmente en invierno. La fecha se elegía cuidadosamente. Era recomendable celebrarla en el mes de enero y durante la luna llena. Las celebraciones duraban tres días, llamados praílía, gámoi y epaílía.
El primero se dedicaba a la preparación de la novia, y tenía lugar en la casa de su padre. Se empezaba con un sacrificio. La novia ofrecía en el altar sus juguetes de infancia, junto con algunos mechones de su cabello o su cinturón, o ambas cosas. Ofrecer el cabello simbolizaba el abandono de la infancia y la sumisión al esposo, y el cinturón la entrega de la virginidad. También el novio se cortaba el cabello y hacía sacrificios a los dioses del matrimonio.
Antes o después de esto tenía lugar el baño ritual de la novia en una fuente o río sagrado. Podía bañarse en su casa, pero entonces tenían que transportar el agua desde los lugares adecuados. El baño simbolizaba la purificación de la novia y el deseo de hacerla fértil.
El segundo día comenzaba un banquete que solía celebrarse en casa del padre de la novia. El novio se reunía con todos sus amigos, mientras que ella se sentaba con las suyas en una mesa aparte. Era típico comer pasteles de sésamo. Después un niño, coronado de hojas de acanto y bellotas, y cuyos padres tenían que estar vivos, repartía pan o roscos que portaba en una canastilla mientras repetía que “los novios han escapado de un mal para encontrar un bien”. Tras la comida se quitaba el velo a la novia en una ceremonia que se llamaba anakalipteria, y durante la cual se procedía a la entrega de los regalos del novio.
Al caer la noche la novia abandonaba sus aposentos y atravesaba la ciudad en un carro tirado por mulas o caballos hasta la casa del que pasaba a ser su esposo. Iba sentada entre éste y su parochos, es decir, el amigo o pariente más próximo de él, aunque cuando un hombre contraía segundas nupcias no acompañaba personalmente a la novia.
Se coronaba a los novios y se los adornaba con cintas de colores, ambos se vestían de gala, ella con su velo, y en épocas muy remotas se intercambiaban los trajes, para simbolizar la íntima compenetración del uno con el otro. La madre de la novia, los esclavos y otras mujeres seguían a la comitiva portando antorchas, símbolo que legitima la boda. Todos iban cantando al son de las liras, flautas y cítaras, los jóvenes bailando en corros; se arrojaban confites y dulces, y toda la ciudad era fiesta y regocijo. La gente se detenía a mirar desde los vestíbulos de sus casas.
Al llegar a la casa del novio, adornada con guirnaldas, hojas de olivo y laurel, se quemaba el eje del carro para que la esposa nunca sintiera la tentación de abandonar el hogar del marido. Luego la familia del novio le daba la bienvenida. Era la madre la encargada de recibirla con una antorcha, llamada del himeneo. Se arrojaba sobre la cabeza de los novios dátiles, higos y nueces, como símbolo de pertenencia al nuevo hogar. La novia era conducida al aposento nupcial, delante de cuya puerta se cantaba el epitalamio. Esa noche los recién casados se reunen en el thálamos, que el novio ha adornado también con guirnaldas, y comen el membrillo que simboliza la consumación.
Y el tercer día, pasada la noche de bodas, consistía en la ofrenda de regalos y la entrega de la dote acordada. A los novios se los despertaba con una serenata, el diegertikon, y los parientes les hacían múltiples presentes, muchos de ellos con connotaciones eróticas. Ese día se celebraba una comida en casa del padre del novio o del propio novio, algo de lo que se excluía a las mujeres. Ni siquiera la recién casada podía asistir, aunque era ella quien tenía la misión de preparar los platos que se servirían durante esa jornada.
Los invitados aportaban lo que podían: ovejas, vino, pan… Apenas el aedocomenzaba a tocar la cítara se inauguraba de nuevo el baile.
En la antigua Grecia las mujeres comenzaban a contar su edad a partir del momento en que se casaban. Mientras aún no tenía un heredero, a la mujer se la llamaba nymfe, que equivalía a recién casada. Después de tener un hijo era gyné, palabra que significaba plenamente esposa.
Bibliografía:
perso.wanadoo.es/cespejo/mujer.htm
Eros en la antigua Grecia – Claude Calame
Nueva crestomatia griega – Antonio Bergnes de las Casas, Juan Oliveres
Encyclopedia of the Ancient Greek World - David Sacks,Oswyn Murray,Lisa R. Brody
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